contes de Sant Jordi

Recopilatorio de todos esos relatos que alguna vez hicimos para participar en concursos de literatura, de toda esa imaginación vertida de bolígrafos escolares, que, al final, de ella y de todo el esfuerzo que supuso plasmarla en folios solamente nos quedaron nudillos pelados y muñecas doloridas. Enviadme vuestras obras (podéis consultar mi perfil).

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miércoles, octubre 10, 2007

rancheras: capítulo 8

Era David, con pistola en mano, que había entrado por el baño. Apuntaba a Lorena en la cabeza. Duncan a mí.
-Si das un paso en falso la mato.
-¿¿¿Por qué todo el mundo tiene pistola menos yo???
-Ésta es de Méjico. No me la pillaron en el control de frontera. La escondí MUY bien.
Los presentes hicieron cara de asco.
-¿Por dónde has entrado?
-Por la ventanilla del váter que da a la terraza. Oí conversaciones desde fuera y entré por ahí... Haz el favor la próxima vez de cerrar la tapa. Tengo la ropa mojada y maloliente.
Duncan intervino.
-Perdone, caballero, que le interrumpa, pero está hablando de groserías delante de mi novia, que por cierto, la tiene a punta de cañón.
Laura tenía la sangre muy fría. Su rostro parecía de piedra.
-Sí, es verdad, perdón. Ahora les contaré lo sucedido. Hace unos días, un hombre de negro, él, encargó a mi jefe una puesta a punto de su guitarra. Reconocí enseguida la guitarra que había visto en la fiesta, llevada por Carlos.
-¡No, mierda, no! ¡Más coincidencias no!
-¡A CALLAR!
Callaron.
-Le advertí a mi jefe -siguió David -de que que la llevara ese hombre era sospechoso, y que no se fiara de él. Así lo hizo, y me contó que alguna que otra vez tenía algún trapicheo con la mafia. Participaba en la compra-venta de guitarras robadas, antigüedades; ''piezas de museo'', como diría él. Pero esa vez, le habían encargado algo distinto. Se trataba de abrir una guitarra, extraer su contenido, y montarla de nuevo, a la perfección, con cuerdas nuevas. El contenido lo mandaría a Francia cuando el cliente, él, -señalando por segunda vez a Duncan -estuviera en Itàlia. Vengo de la tienda. Estaba en la sala contigua ordenando guitarras, mi jefe entró, cogió la guitarra, y no volvió en un rato largo. Salí para ver que sucedía y me lo encontré ahogado con una cuerda de guitarra, las que le habían encargado.
Era como un hermano mayor para mí. Busqué en los cajones de la estantería y vi una ficha con la foto y nombre del hombre de negro: Duncan, ¿no es así?
-Correcto.
-¿Por qué le has matado? -atacó la mujer. -Siempre estás matando, no habíamos acordado eso. ¿Por qué me lo haces?
A Lorena se le estaban empañando los ojos. Duncan soltó una carcajada. Lorena no entendía.
-¿Te acuerdas cuando me metiste los cuernos con ese rubito de Sants?
-Eso ya pasó hace tiempo, ¿a qué viene?
-Sé que le has estado viendo últimamente, y le he hecho una visita...
El pánico más absoluto inundó la cara de Lorena, que desorbitaba los ojos y respiraba muy fuerte.
-David... -dijo con un hilo de voz, al hombre que tenía detrás -¿dónde está la tienda en que trabajas?
David, que nunca fue muy listo, no entendía.
-En Vallespir. ¿Por?
Lorena cerró los ojos y grandes lágrimas brotaron de ellos. Era una imagen desalentadora.
-Cabrón.
Acto seguido, disparó una carga sobre Duncan...