contes de Sant Jordi

Recopilatorio de todos esos relatos que alguna vez hicimos para participar en concursos de literatura, de toda esa imaginación vertida de bolígrafos escolares, que, al final, de ella y de todo el esfuerzo que supuso plasmarla en folios solamente nos quedaron nudillos pelados y muñecas doloridas. Enviadme vuestras obras (podéis consultar mi perfil).

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lunes, febrero 26, 2007

rancheras: capítulo 3

-¡Mi guitarra!
Pero ya era demasiado tarde. Había saltado desde la mansión, y ya estaba corriendo calle abajo. Carlos no iba a perder su guitarra, no ésa. Le había sido regalada hace cinco años por David, de la tienda de guitarras de la cual era ayudante, en Vallespir. Corrió a su persecución, que acabó cuando el ladrón le dio esquinazo en un cruce, y no lo vio más. Carlos se enfureció consigo mismo y con todo lo que le rodeaba y volvió refunfuñando a la mansión. Ya había vuelto la luz, y el resto del grupo estaban junto a Laura, que lloraba en un rincón. Carlos se acercó.
-Me han robado la guitarra.
Automáticamente, Laura lloró más. Entre sollozos y con la cara entre las manos dijo:
-El ladrón ha entrado por el tejado y ha atacado a las tres criadas que se encontraban en el piso superior, y ha robado las joyas de mi difunta madre... No me atrevo a decírselo a papá, con lo débil que está del corazón, pobrecito...
-Bueno, señorita, cálmese -entró Diego con la calmante cantinela de los mejicanos, cuando hablan bajito. -De momento no lo sabe, sólo hay que hacérselo entrar con suavidad...
-Sí, pero además le han robado la guitarra, lo siento mucho...-y la gran llorera.
-Da igual, puedo comprar otra...-adujo Carlos quitando importancia al hecho.
-No. -Y alzó la cabeza, con aire decidido.-Señores, tengo una deuda con ustedes. Ustedes dos, seguirán tocando hasta que termine la ceremonia. En cuanto a usted, me acompañará a buscar su guitarra. Cuando acabe la fiesta les pagaré lo acordado a cada uno, y en el peor de los casos, también la guitarra.
Se levantó y agarró a Carlos por el codo, lo sacó a fuera y le mandó que le condujera por donde había ido el ladrón. La fiesta continuaba con un acordeón y un violín, ajena a lo sucedido.
-Se fue por ahí. Y aquí ya no sé qué calle tomó.
Laura se quedó pensativa. Al rato dijo:
-Le invito a tomar algo. Hemos de hablar.
Entramos en el bar más pijo de Barcelona. Era una horterada. Pedimos dos coca colas. Por supuesto, pago ella: en ese barrio todo iba carísimo.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

ahhh muy bueno muy bueno =) me relajo mucho leyendo tu blog

saludos

5:24 p. m.  

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