rancheras: capítulo 8
Era David, con pistola en mano, que había entrado por el baño. Apuntaba a Lorena en la cabeza. Duncan a mí.
-Si das un paso en falso la mato.
-¿¿¿Por qué todo el mundo tiene pistola menos yo???
-Ésta es de Méjico. No me la pillaron en el control de frontera. La escondí MUY bien.
Los presentes hicieron cara de asco.
-¿Por dónde has entrado?
-Por la ventanilla del váter que da a la terraza. Oí conversaciones desde fuera y entré por ahí... Haz el favor la próxima vez de cerrar la tapa. Tengo la ropa mojada y maloliente.
Duncan intervino.
-Perdone, caballero, que le interrumpa, pero está hablando de groserías delante de mi novia, que por cierto, la tiene a punta de cañón.
Laura tenía la sangre muy fría. Su rostro parecía de piedra.
-Sí, es verdad, perdón. Ahora les contaré lo sucedido. Hace unos días, un hombre de negro, él, encargó a mi jefe una puesta a punto de su guitarra. Reconocí enseguida la guitarra que había visto en la fiesta, llevada por Carlos.
-¡No, mierda, no! ¡Más coincidencias no!
-¡A CALLAR!
Callaron.
-Le advertí a mi jefe -siguió David -de que que la llevara ese hombre era sospechoso, y que no se fiara de él. Así lo hizo, y me contó que alguna que otra vez tenía algún trapicheo con la mafia. Participaba en la compra-venta de guitarras robadas, antigüedades; ''piezas de museo'', como diría él. Pero esa vez, le habían encargado algo distinto. Se trataba de abrir una guitarra, extraer su contenido, y montarla de nuevo, a la perfección, con cuerdas nuevas. El contenido lo mandaría a Francia cuando el cliente, él, -señalando por segunda vez a Duncan -estuviera en Itàlia. Vengo de la tienda. Estaba en la sala contigua ordenando guitarras, mi jefe entró, cogió la guitarra, y no volvió en un rato largo. Salí para ver que sucedía y me lo encontré ahogado con una cuerda de guitarra, las que le habían encargado.
Era como un hermano mayor para mí. Busqué en los cajones de la estantería y vi una ficha con la foto y nombre del hombre de negro: Duncan, ¿no es así?
-Correcto.
-¿Por qué le has matado? -atacó la mujer. -Siempre estás matando, no habíamos acordado eso. ¿Por qué me lo haces?
A Lorena se le estaban empañando los ojos. Duncan soltó una carcajada. Lorena no entendía.
-¿Te acuerdas cuando me metiste los cuernos con ese rubito de Sants?
-Eso ya pasó hace tiempo, ¿a qué viene?
-Sé que le has estado viendo últimamente, y le he hecho una visita...
El pánico más absoluto inundó la cara de Lorena, que desorbitaba los ojos y respiraba muy fuerte.
-David... -dijo con un hilo de voz, al hombre que tenía detrás -¿dónde está la tienda en que trabajas?
David, que nunca fue muy listo, no entendía.
-En Vallespir. ¿Por?
Lorena cerró los ojos y grandes lágrimas brotaron de ellos. Era una imagen desalentadora.
-Cabrón.
Acto seguido, disparó una carga sobre Duncan...
-Si das un paso en falso la mato.
-¿¿¿Por qué todo el mundo tiene pistola menos yo???
-Ésta es de Méjico. No me la pillaron en el control de frontera. La escondí MUY bien.
Los presentes hicieron cara de asco.
-¿Por dónde has entrado?
-Por la ventanilla del váter que da a la terraza. Oí conversaciones desde fuera y entré por ahí... Haz el favor la próxima vez de cerrar la tapa. Tengo la ropa mojada y maloliente.
Duncan intervino.
-Perdone, caballero, que le interrumpa, pero está hablando de groserías delante de mi novia, que por cierto, la tiene a punta de cañón.
Laura tenía la sangre muy fría. Su rostro parecía de piedra.
-Sí, es verdad, perdón. Ahora les contaré lo sucedido. Hace unos días, un hombre de negro, él, encargó a mi jefe una puesta a punto de su guitarra. Reconocí enseguida la guitarra que había visto en la fiesta, llevada por Carlos.
-¡No, mierda, no! ¡Más coincidencias no!
-¡A CALLAR!
Callaron.
-Le advertí a mi jefe -siguió David -de que que la llevara ese hombre era sospechoso, y que no se fiara de él. Así lo hizo, y me contó que alguna que otra vez tenía algún trapicheo con la mafia. Participaba en la compra-venta de guitarras robadas, antigüedades; ''piezas de museo'', como diría él. Pero esa vez, le habían encargado algo distinto. Se trataba de abrir una guitarra, extraer su contenido, y montarla de nuevo, a la perfección, con cuerdas nuevas. El contenido lo mandaría a Francia cuando el cliente, él, -señalando por segunda vez a Duncan -estuviera en Itàlia. Vengo de la tienda. Estaba en la sala contigua ordenando guitarras, mi jefe entró, cogió la guitarra, y no volvió en un rato largo. Salí para ver que sucedía y me lo encontré ahogado con una cuerda de guitarra, las que le habían encargado.
Era como un hermano mayor para mí. Busqué en los cajones de la estantería y vi una ficha con la foto y nombre del hombre de negro: Duncan, ¿no es así?
-Correcto.
-¿Por qué le has matado? -atacó la mujer. -Siempre estás matando, no habíamos acordado eso. ¿Por qué me lo haces?
A Lorena se le estaban empañando los ojos. Duncan soltó una carcajada. Lorena no entendía.
-¿Te acuerdas cuando me metiste los cuernos con ese rubito de Sants?
-Eso ya pasó hace tiempo, ¿a qué viene?
-Sé que le has estado viendo últimamente, y le he hecho una visita...
El pánico más absoluto inundó la cara de Lorena, que desorbitaba los ojos y respiraba muy fuerte.
-David... -dijo con un hilo de voz, al hombre que tenía detrás -¿dónde está la tienda en que trabajas?
David, que nunca fue muy listo, no entendía.
-En Vallespir. ¿Por?
Lorena cerró los ojos y grandes lágrimas brotaron de ellos. Era una imagen desalentadora.
-Cabrón.
Acto seguido, disparó una carga sobre Duncan...
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